domingo, 30 de marzo de 2014

Octavas

Siete, siete, siete, disco rayado. Repetían en voz baja mientras agonizaban en la cama rodeados de botellas de vino barato rotas y papeles indescifrables cuando lo que anhelaban llegó inesperadamente de una forma distinta a cómo se lo esperaban. Llegó y cantó un rato bajo el cielo de asfalto sin música celestial ni nada parecido a lo que habían soñado durante los últimos años. Era el preámbulo de la octava curiosidad, letal para quiénes la encontraban. Entonces, se ataron con más fuerza las cadenas y cerraron los ojos con el deseo de no despertar jamás, meras pretensiones de hacer eterno lo efímero.

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