lunes, 24 de marzo de 2014

Y aquí estás, sentada y de paso. El café de la semana pasada sigue olvidado al pie de la cama, y las colillas encubren el incienso de pachuli. Las cajas te las llevarás, llevas dos años sin abrirlas, de un sitio a otro, de un sitio a otro. Pesan. Los relojes hablan de segundos y no perdonan, el minutero te recuerda que nada permanece en el tiempo y te atormenta que la ilusión de estabilidad que mantiene al mundo esperando en un paso de cebra eterno se apodere de ti.

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