sábado, 6 de diciembre de 2014

Cómo morir en el intento


Como una tormenta de verano que nos despierta del sueño de la vida, como despertar en la estación equivocada y haber perdido la maleta, como quien se encuentra una maleta muy pesada y no sabe qué hacer con ella. Las primaveras se rieron de nosotros con gotas de lluvia y flores llenas de sangre. Corrí, corrí y corrí, mis pulmones gritaban. Encontré tu mirada perdida bajo rayos de sol intentando traspasar las nubes, que se rendían. Como tú. Los zapatos puestos, la camisa tirada en las vías del tren, mi revolver en tu mano izquierda. Aun puedo verte, apretando el gatillo sin mirar, mirándome a mí.
Volví hacia atrás siguiendo el campo de almendros desnudos, dos pasos y un disparo atrás. Mi cabeza no podía pensar con claridad, no lo impedí, ni hice amago de hacerlo. Al fin y al cabo, ¿quién es quién para coartar la libertad de elección de alguien?. ¿Qué le dices? Que la vida es bonita ya lo sabemos todos. Y no lo sabemos ninguno. No resulta convincente predicar algo en lo que no crees y opté por respetar su decisión sin influir lo más mínimo. Vivir muerto o morir vivo. Esa era la cuestión.

Me sumergí en el río esperando verle en otra vida.