viernes, 17 de abril de 2020

Átame

Pretendemos hacer eterno lo efímero,
a la mínima señal
nos atamos con más fuerza las cadenas
y cerramos los ojos con más intensidad
con el deseo de no despertar jamás.

jueves, 22 de enero de 2015

Las grietas

Viviremos apartados de la vida, de lo que aquí llamáis vida,
vosotros, que plantáis violetas entre las grietas,
que os ponéis el abrigo cuando recién acaba de llover,
deciros que ellos no quieren que salgáis a arrebatarles
los paseos mojados, la hierba fresca,
el arco iris, el deslizarse sobre la tierra,
sin prisas.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Cómo morir en el intento


Como una tormenta de verano que nos despierta del sueño de la vida, como despertar en la estación equivocada y haber perdido la maleta, como quien se encuentra una maleta muy pesada y no sabe qué hacer con ella. Las primaveras se rieron de nosotros con gotas de lluvia y flores llenas de sangre. Corrí, corrí y corrí, mis pulmones gritaban. Encontré tu mirada perdida bajo rayos de sol intentando traspasar las nubes, que se rendían. Como tú. Los zapatos puestos, la camisa tirada en las vías del tren, mi revolver en tu mano izquierda. Aun puedo verte, apretando el gatillo sin mirar, mirándome a mí.
Volví hacia atrás siguiendo el campo de almendros desnudos, dos pasos y un disparo atrás. Mi cabeza no podía pensar con claridad, no lo impedí, ni hice amago de hacerlo. Al fin y al cabo, ¿quién es quién para coartar la libertad de elección de alguien?. ¿Qué le dices? Que la vida es bonita ya lo sabemos todos. Y no lo sabemos ninguno. No resulta convincente predicar algo en lo que no crees y opté por respetar su decisión sin influir lo más mínimo. Vivir muerto o morir vivo. Esa era la cuestión.

Me sumergí en el río esperando verle en otra vida.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Noviembre del 2014

Creíamos que siempre nos quedaría tabaco para amenizar esto a modo de consuelo, pero nos acabamos fumando a medias con el viento las mañanas de amor, las prisas y los abrazos, las esperas en la estación, la misma canción bluesera en nuestros cocos, los finales y los vuelta a empezar. Jarrones rotos con lo que coloreamos arco iris y una ventana abierta que denotaba la fragilidad de éstos cuando entraba algo de aire para recordarnos lo que queríamos evitar. Se fueron, con el viento, y llegaron las palabras de verdad. Y concluimos, estamos bien. Estamos mejor que nunca, cada uno en su canción.

lunes, 7 de julio de 2014

Veintidós bombines más tarde.

Hasta hoy mis intentos de no parecerme a ti, como me advertiste. Nunca seas como yo, decías. A veces cuando me despierto, te oigo pronunciarla y nos veo en ese balcón al que nunca me llevaste.
Me lavo la cara y salgo decidida, es lunes. Mario me abraza, me rodea la espalda caminando tras de mí, guiándome a mí, y nos adentramos en los subterráneos en busca de un bombín que me quede bien. Mario cree que todo me queda bien. Veintidos bombines más tarde, y una blusa de flores, la llamada de Pau nos llevó a comer unos huevos rotos.

En una de las calles más vivas del centro, le vi. Vi a Roger y corrí hacia él.
Ahora vengo, Mario, no me dejes. 
En el tumulto de viajeros en manada con rumbo fijo y desconocido me adentré. Estaba apenas a dos metros de mí y, sin embargo, sus pupilas se dejaron ver cincuenta minutos más tarde. Me costó llegar hasta él, todos me empujaban de un lado a otro, mientras él, sin mirarme siquiera, se abotonaba la camisa y se la planchaba con las manos. Mario me miraba como si fuera a morir y le aparté. Abracé a Roger, le quería, le quiero. Noté sus brazos pegados a su cuerpo, le cogí las manos y me apartó con cuidado, con el ceño fruncido y la nariz arrugada.

-Celia: No, no puedo creérmelo...¿Qué...qué haces aquí?, Así, sin avisar, cuéntame, me moría de ganas de volver a verte. ¿Vacaciones por placer o por trabajo? No, no me lo digas. París te decepcionó, lo sabía. Has vuelto para quedarte. No puedes viajar con expectativas, nunca, nunca se cumplen, Roger, París es para los enamorados y cuéntame más, cuén...

-Roger: Lo siento, lo siento, no... ¿De qué...de qué nos conocemos?

-Celia: Yo estoy muy feliz, ¿Sabes? Estoy bien, ahora vivo en las afueras con Mario. Mario me adora. Creo que he crecido.

-Roger: Me alegro. La ciudad a cierta edad nos aburre y nos retiramos al campo. Por cierto, me suenas, me suenas, pero no logro ubicarte. ¿Quizás en un concierto? Sé que eres de aquí del norte, eso seguro... (Sonreía confundido)

-Celia: ¡¡¡Roger!!! Soy yo, yo. Soy yo, soy yo, soy yo. Roger, soy yo...

Celia no entendía.
Roger la miraba atónito.

-¿Tú...?

-Celia: Yo, tócame (se acaricia el brazo, el hombro, el cuello y vuelve a bajar, se aprieta la muñeca derecha y se la muestra) ¡Tócame, Roger! (Grita)

-Roger: Me encantaría tocarte pero a las personas que no existen no se les puede tocar. No puedo tocarte porque no existes.

Celia le toma de la mano.

-Roger: Lo siento. (Con la mano en el corazón)


Mario y Pau cogieron a Celia en brazos. Temblaban sus piernas y se ahogaba su voz.
Mario: Pequeña, no llores. Besaba su frente apartándole el cabello de la cara.

Pau: Volveremos a inventarte, tranquila, es la ventaja de ser un producto de nuestra imaginación, serás quien tú quieras, dime, Celita, pero no llores, ¿Quién quieres ser?

Mario: ¿Quién quieres ser?

La cabeza de Celia estaba llena de disparos.

¿Quién soy?

jueves, 19 de junio de 2014

Dosis de litio y una cama vacía

Nos miramos en el espejo para dilucidar si era fruto de la luz del aseo. Del pasillo. De mi cama. Salimos a comer.
Ellos miraban con desconfianza nuestras pintas, nuestras ropas olían a cuerpos privados de agua y jabón. Ellos dejaban a su paso el aroma a perfumes caros. Continuamos por el barrio de las letras y entramos en uno de esos restaurantes gallegos con menú del día, tú optabas por algo más clásico de la carta. No podía quererte y las razones no estaban en mi cabeza. Horas más tarde, sucedió lo inevitable. Te arrastré hasta el piso de Mario y salí corriendo sin saber adónde hasta que mis pequeños y ennegrecidos pulmones gritaron y amenazaron con cerrarse.
Entonces, se instaló en mí de nuevo. Eran los días vacíos.
Ya no había flores que regar, ni regalar.
Me perdí y mis labios pegados pronunciaban un “ya te llamaré”cada noche.

lunes, 5 de mayo de 2014

Procrastinar

El cielo cobró el sentido que había perdido la vida de Roger.
El comerciante ambulante, aparte de afilar cuchillos y demás menesteres punzantes, cumplía la función de despertador todas las mañanas de domingo. Volvieron las flores a adornar los balcones en los que se apoyaban los abuelos lamentándose de la procrastinación imperante en sus largas vidas mientras fumaban una pipa y escuchaban de fondo a sus mujeres, las cuales entre esquinas competían entre artritis y prótesis de cadera. Los ojos tristes de la camarera que le servía el americano a primera hora y a media mañana tenían un color distinto, ahora se despedía deseando un buen día a todo aquel que pisara su cafetería y ahogar la muerte de su marido en botellas de vino por las noches pasó a otra vida peor. Su vecino, aislado del mundo y recluido en el edificio, convencido de la amenaza que suponían los chemtrails para su integridad, aseguraba verle salir todas las mañanas a las 7:12 a través de la ventana de la habitación de su hija. Roger cerró la puerta a la vez que se encendía un cigarrillo y pensó entre sí que si aquel buen hombre conocía su rutina, sus días habrían de ser igual de monótonos.
El sol no se atrevía a salir y se retrasaba.