Hasta hoy mis intentos de no parecerme a ti, como me advertiste. Nunca seas como
yo, decías. A veces cuando me despierto, te oigo pronunciarla y nos veo en
ese balcón al que nunca me llevaste.
Me lavo la cara y salgo
decidida, es lunes. Mario me abraza, me rodea la
espalda caminando tras de mí, guiándome a mí, y nos adentramos en
los subterráneos en busca de un bombín que me quede bien. Mario
cree que todo me queda bien. Veintidos bombines más tarde, y una
blusa de flores, la llamada de Pau nos llevó a comer unos huevos
rotos.
En una de las calles
más vivas del centro, le vi. Vi a Roger y corrí hacia él.
Ahora
vengo, Mario, no me dejes.
En el tumulto de viajeros en
manada con rumbo fijo y desconocido me adentré. Estaba apenas a
dos metros de mí y, sin embargo, sus pupilas se dejaron ver cincuenta minutos más tarde. Me costó llegar hasta él, todos me
empujaban de un lado a otro, mientras él, sin mirarme siquiera, se
abotonaba la camisa y se la planchaba con las manos. Mario me miraba
como si fuera a morir y le aparté. Abracé a Roger, le quería, le
quiero. Noté sus brazos pegados a su cuerpo, le cogí las manos y me
apartó con cuidado, con el ceño fruncido y la nariz arrugada.
-Celia: No, no puedo creérmelo...¿Qué...qué haces aquí?, Así, sin
avisar, cuéntame, me moría de ganas de volver a verte. ¿Vacaciones por placer o por trabajo? No, no me lo
digas. París te decepcionó, lo sabía. Has vuelto para quedarte. No
puedes viajar con expectativas, nunca, nunca se cumplen, Roger, París
es para los enamorados y cuéntame más, cuén...
-Roger: Lo siento,
lo siento, no... ¿De qué...de qué nos conocemos?
-Celia: Yo estoy muy
feliz, ¿Sabes? Estoy bien, ahora vivo en las afueras con Mario. Mario me adora. Creo
que he crecido.
-Roger: Me alegro.
La ciudad a cierta edad nos aburre y nos retiramos al campo. Por
cierto, me suenas, me suenas, pero no logro ubicarte. ¿Quizás en un
concierto? Sé que eres de aquí del norte, eso seguro... (Sonreía
confundido)
-Celia: ¡¡¡Roger!!!
Soy yo, yo. Soy yo, soy yo, soy yo. Roger, soy yo...
Celia no entendía.
Roger la miraba
atónito.
-¿Tú...?
-Celia: Yo, tócame
(se acaricia el brazo, el hombro, el cuello y vuelve a bajar, se
aprieta la muñeca derecha y se la muestra) ¡Tócame, Roger! (Grita)
-Roger: Me
encantaría tocarte pero a las personas que no existen no se les
puede tocar. No puedo tocarte porque no existes.
Celia le toma de la
mano.
-Roger: Lo siento.
(Con la mano en el corazón)
Mario y Pau cogieron
a Celia en brazos. Temblaban sus piernas y se ahogaba su voz.
Mario: Pequeña, no
llores. Besaba su frente apartándole el cabello de la cara.
Pau: Volveremos a
inventarte, tranquila, es la ventaja de ser un producto de nuestra imaginación, serás
quien tú quieras, dime, Celita, pero no llores, ¿Quién quieres
ser?
Mario: ¿Quién
quieres ser?
La cabeza de Celia
estaba llena de disparos.
¿Quién soy?