lunes, 7 de julio de 2014

Veintidós bombines más tarde.

Hasta hoy mis intentos de no parecerme a ti, como me advertiste. Nunca seas como yo, decías. A veces cuando me despierto, te oigo pronunciarla y nos veo en ese balcón al que nunca me llevaste.
Me lavo la cara y salgo decidida, es lunes. Mario me abraza, me rodea la espalda caminando tras de mí, guiándome a mí, y nos adentramos en los subterráneos en busca de un bombín que me quede bien. Mario cree que todo me queda bien. Veintidos bombines más tarde, y una blusa de flores, la llamada de Pau nos llevó a comer unos huevos rotos.

En una de las calles más vivas del centro, le vi. Vi a Roger y corrí hacia él.
Ahora vengo, Mario, no me dejes. 
En el tumulto de viajeros en manada con rumbo fijo y desconocido me adentré. Estaba apenas a dos metros de mí y, sin embargo, sus pupilas se dejaron ver cincuenta minutos más tarde. Me costó llegar hasta él, todos me empujaban de un lado a otro, mientras él, sin mirarme siquiera, se abotonaba la camisa y se la planchaba con las manos. Mario me miraba como si fuera a morir y le aparté. Abracé a Roger, le quería, le quiero. Noté sus brazos pegados a su cuerpo, le cogí las manos y me apartó con cuidado, con el ceño fruncido y la nariz arrugada.

-Celia: No, no puedo creérmelo...¿Qué...qué haces aquí?, Así, sin avisar, cuéntame, me moría de ganas de volver a verte. ¿Vacaciones por placer o por trabajo? No, no me lo digas. París te decepcionó, lo sabía. Has vuelto para quedarte. No puedes viajar con expectativas, nunca, nunca se cumplen, Roger, París es para los enamorados y cuéntame más, cuén...

-Roger: Lo siento, lo siento, no... ¿De qué...de qué nos conocemos?

-Celia: Yo estoy muy feliz, ¿Sabes? Estoy bien, ahora vivo en las afueras con Mario. Mario me adora. Creo que he crecido.

-Roger: Me alegro. La ciudad a cierta edad nos aburre y nos retiramos al campo. Por cierto, me suenas, me suenas, pero no logro ubicarte. ¿Quizás en un concierto? Sé que eres de aquí del norte, eso seguro... (Sonreía confundido)

-Celia: ¡¡¡Roger!!! Soy yo, yo. Soy yo, soy yo, soy yo. Roger, soy yo...

Celia no entendía.
Roger la miraba atónito.

-¿Tú...?

-Celia: Yo, tócame (se acaricia el brazo, el hombro, el cuello y vuelve a bajar, se aprieta la muñeca derecha y se la muestra) ¡Tócame, Roger! (Grita)

-Roger: Me encantaría tocarte pero a las personas que no existen no se les puede tocar. No puedo tocarte porque no existes.

Celia le toma de la mano.

-Roger: Lo siento. (Con la mano en el corazón)


Mario y Pau cogieron a Celia en brazos. Temblaban sus piernas y se ahogaba su voz.
Mario: Pequeña, no llores. Besaba su frente apartándole el cabello de la cara.

Pau: Volveremos a inventarte, tranquila, es la ventaja de ser un producto de nuestra imaginación, serás quien tú quieras, dime, Celita, pero no llores, ¿Quién quieres ser?

Mario: ¿Quién quieres ser?

La cabeza de Celia estaba llena de disparos.

¿Quién soy?

2 comentarios:

  1. Me encanta. La última parte me ha hecho reír, supongo que sabes por qué xD.

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  2. Me encanta este escrito. Empieza de una manera casi adormilada, para terminar e una explosión... Aunque, desde el principio hasta el final, he sentido la presencia de un mundo/alrededor que va demasiado de prisa y que es ahogador en toda su indiferencia. Brava! Gaëlle

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