jueves, 19 de junio de 2014

Dosis de litio y una cama vacía

Nos miramos en el espejo para dilucidar si era fruto de la luz del aseo. Del pasillo. De mi cama. Salimos a comer.
Ellos miraban con desconfianza nuestras pintas, nuestras ropas olían a cuerpos privados de agua y jabón. Ellos dejaban a su paso el aroma a perfumes caros. Continuamos por el barrio de las letras y entramos en uno de esos restaurantes gallegos con menú del día, tú optabas por algo más clásico de la carta. No podía quererte y las razones no estaban en mi cabeza. Horas más tarde, sucedió lo inevitable. Te arrastré hasta el piso de Mario y salí corriendo sin saber adónde hasta que mis pequeños y ennegrecidos pulmones gritaron y amenazaron con cerrarse.
Entonces, se instaló en mí de nuevo. Eran los días vacíos.
Ya no había flores que regar, ni regalar.
Me perdí y mis labios pegados pronunciaban un “ya te llamaré”cada noche.

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